Los responsables insisten en que el público no debe dar de comer a los animales

 ALFONSO VÁZQUEZ. En esa gigantesca colonia penitenciaria que hace dos siglos era la posesión británica de Australia, el naturalista francés Anselme Gaëtan Desmarest describió por primera vez, en 1817, el pequeño Wallabí de Bennet o de cuello rojo, con toda la apariencia de una cría de canguro.

Una pareja de wallabís llegó la pasada semana al Parque del Oeste para compartir espacio en la zona dedicada a zoológico –al lado del zigurat– con otra pareja de animales de Australia: dos emús.

Como explica Miguel Otamendi, el gerente de la empresa encargada del Parque del Oeste, «queríamos darle al zoo un toque exótico y como la ley de zoos nos obliga a tener siempre animales de una misma zona biogeográfica y aquí había animales de África y Australia, decidimos sacar las cabras del Camerún y traer animales australianos». La pareja de emús sustituye a un solitario emú que murió, parece, de estrés.

Las cabras del Camerún ya estarán, probablemente, en otro zoológico, pero lo más curioso es que, tanto los emúes como los wallabís de cuello rojo, aunque de origen australiano, han nacido en cautividad en España. «Son animales adaptados a este clima, no son animales salvajes sino criados en cautividad y esperamos que, como son macho y hembra, puedan reproducirse», cuenta.

Canguros_en_el_Parque_2011-12-08

Y aunque distintos de los canguros, las hembras de wallabí tienen la clásica bolsa para la cría. A este respecto, Miguel Otamendi explica que: «Producen un feto que a la semana sale del útero de la madre por instinto, porque no tienen placenta, hasta llegar a la bolsa o marsupio de la madre, donde se engancha a un pezón, que es el equivalente del cordón umbilical en otros mamíferos».

Estos canguros en miniatura, además de comer hierba –y dan buena cuenta del césped que rodea su zona– también reciben nabos, zanahorias y fruta, mientras que los emús son ante todo granívoros, aunque tampoco le hacen ascos a la hierba.

En este sentido, el gerente del Parque del Oeste recuerda la prohibición que existe de dar de comer a los animales. «Porque puede sentarles mal». A pesar de la prohibición, los curiosos no dejan de lanzarles pan y hasta gusanitos a los, aunque terminan siendo engullidos por palomas y hasta por una ágil cotorra argentina. De hecho, el Parque tiene un problema con los gusanitos que algunos usuarios tiran en el estanque y que deja una película de grasa y polvo muy difícil de limpiar.

En cuanto las instalaciones, una casa de madera con calefacción acompaña a los nuevos inquilinos para que se resguarden o duerman cuando gusten, pero los wallabis todavía no la han inaugurado. «Como vienen de una zona de Badajoz y pasan inviernos duros, parece que están acostumbrados o puede que no lo estén utilizando por prevención hasta que se acostumbren», aventura Miguel Otamendi, que recalca que todos los animales del zoológico, además de comer una dieta equilibrada, reciben dos veces a la semana la visita del veterinario.

Vandalismo 

La concejala de Medio Ambiente, Ana Navarro, soltó los wallabis el pasado 30 de noviembre. La Opinión.

Pero no todas las novedades han recibido un trato agradable de algunos visitantes del parque. Sin ir más lejos, el mismo día en que ocuparon su pajarera –en el zigurat– un buen número de ejemplares de rosela oriental, aves parecidas a los loros y procedentes de Australia, unos vándalos rompieron dos candados de la jaula, así como parte de la malla metálica que la rodea con el fin de robarlos.

En esta nueva tanda también han llegado unos peces de colores llamados kois, de procedencia euroasiática. El gerente espera que tengan mejor acogida que algunas carpas, que pudiendo alcanzar los 90 años de edad, han muerto machacadas con piedras.

Fuente: www.laopiniondemalaga.es